Paz con la familia, amigos y colegas.
Hacer las paces es elevar el "gustar" por encima del "tener razón".
Nacimos en nuestra familia. Tenemos un padre, una madre, quizás hermanos, abuelos, tíos, tías, primos... Elegimos a nuestros amigos. Tenemos que aceptar a nuestros compañeros, tal como son... La aceptación en la familia suele ser amorosa y acompañada de alegría por la llegada de un nuevo habitante de la Tierra. Pero, ¿y si no lo es? ¿Cuando la llegada no es deseada, o incluso sin amor? ¿Cuándo con el tiempo surgen malentendidos en la familia o con amigos y compañeros que no se pueden eliminar? ¿Cuándo reinan las dudas, la desconfianza y la discordia con el prójimo? Cuando "no puedo perdonar" ¿eso determina mi vida diaria? Hacer las paces es también reconocer que nosotros mismos nos hemos puesto de acuerdo en todos nuestros procesos de aprendizaje. Esto se concluye mayoritariamente en nuestras familias, porque es nuestra FAMILIA la que nos acompaña desde la infancia, la que nos forma, nos apoya (o no), la que nos enseña el Comportamiento, nos da la base para iniciar la vida. Hacer las paces significa conocer tu propia parte en los disturbios y acercarte conscientemente a los demás. Pero también significa aceptar si la convivencia no es deseable... y sin embargo estar allí con el corazón abierto para los demás, aceptando esa decisión. Hacer las paces es elevar el "gustar" por encima del "tener razón". Al combinar pensamientos y sentimientos positivos traídos por el amor, creamos una base para la salud, la fuerza y la alegría en la vida.
El que ha hecho las paces con sus hermanos ha entrado en el reino del amor y verá a Dios en persona. Reconoce esta paz con tu espíritu, desea esta paz con tu corazón, llena esta paz con tu cuerpo".
- del libro "Pergaminos de ensayo desconocidos, Libro 2", EB Székely